“El Congreso tiene tres misiones. Una, pasar leyes. Otra, impedir que pasen. Pero la más importante consiste en asegurar que los asuntos se alarguen indefinidamente, que nada se resuelva por completo, que la agenda esté llena de pendientes… Si no, mi querido amigo, ¿qué hacemos aquí tú y yo? ¿Cómo justificamos la chamba, sino dándole “largas” a todos los asuntos?” Así dice una diputada a un colega en la novela La silla del águila de Carlos Fuentes, para ilustrar cómo funciona la democracia en México, algo extensible por demás a muchos lugares de este mundo que se sienten en condiciones de dar lecciones de democracia.
Fuentes denomina al legislativo mexicano del año 2020 -fecha en que se desarrolla su libro- “Congreso confeti” por la división partidista. Pero cualquiera, al leer el fragmento de su obra que encabeza este artículo, pudiera pensar en la situación que el bipartidismo estadounidense provoca con temas como el precipicio fiscal o las reformas migratoria y de salud.
Imponer al mundo que democracia es pluripartidismo, donde los políticos se acuerdan de los ciudadanos cuando hay elecciones y entre un período electoral y otro sólo sirven a aquellos que le financiaron la campaña, es motivo para el ejercicio de bloqueos, invasiones y bombardeos ordenados desde Washington. Pero en un país como Estados Unidos, donde sólo el 11,7% de los trabajadores está sindicalizado, es imposible que como pidió Abraham Lincoln el mundo del trabajo anteceda al capital. Más cuando el mundo del capital está sobrerepresentado en los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.
“El capital es el fruto del trabajo, y no hubiera existido sin el mundo del trabajo, que lo creó. El mundo del trabajo es superior al mundo del capital y merece la mayor consideración”, planteó el libertador de esclavos sobre cuya biblia Barack Obama ha jurado su segundo período electoral, ganado gracias a las jugosas aportaciones realizadas por “el mundo del capital”.
Sin embargo, Obama luego de evocar a Lincoln -asesinado hace casi siglo y medio- ha acusado a los dirigentes de Cuba, donde el mundo del trabajo aun prevalece sobre el del capital, de que su “ideología política tenga 50 o 60 años”.
En Cuba, donde las comisiones de candidatura las presiden los sindicatos en cada municipio, se eligen este 3 de febrero los diputados a la Asamblea Nacional. Quienes hoy resulten electos tendrán a su cargo, entre otras tareas, aprobar un nuevo Código del trabajo que previamente será debatido por los trabajadores en todo el país, como antes sucedió con los Lineamientos Económicos y Sociales que guían los cambios que se están produciendo en la Isla.
La democracia de Cuba es perfectible, pero no funciona sólo una vez cada cuatro años, y será mejor en la medida en que logre representar más efectivamente en sus organizaciones políticas, de trabajadores, estudiantiles y sociales, y también en sus legislaturas, la diversidad presente en la sociedad cubana, para realizar ese ideal de Lincoln de Democracy for the people, of the people and by the people que cada vez parece estar más lejos de quienes pretenden darnos lecciones. (Publicado en CubAhora)
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