Las afamadas ciudades, terrorista de Miami, y subversiva de Madrid, junto a Lima, Bogotá y Panamá, conforman hoy la “fórmula subversiva MMLBP” Made in USA, destinada a intentar desatar una “Primavera Latinoamericana”, similar a la provocada por el régimen de Washington en varios Estados árabes.
De la norteamericana Miami, nido de mafiosos y criminales a sueldo pagados por el Pentágono desde hace más de 50 años, poco hay que comentar, porque es bien sabido que allí se han organizado la mayoría de las acciones desestabilizadores adversas a las naciones de la Patria Grande, desde invasiones militares, como la derrotada en Girón(Bahía de Cochinos) contra
Cuba, en abril 1961, hasta planes de atentados a presidentes y líderes de nuestra región.
Por su parte, la capital española, siempre con tintes colonialistas que perduran en sus genes, fue transformada en segunda morada de los conspiradores contra Latinoamérica, luego que el expesidente derechista José Maria Aznar recibió sumas millonarias de dinero de los terroristas cubanoamericanos de la Florida para alcanzar el poder en 1990 en la bautizada “exmetrópolis con muletas”.
A partir de entonces, Madrid y Miami han ido de la mano en uno y otro proyecto de la Casa Blanca dirigido a impedir o frustrar cualquier proceso revolucionario o de integración en América Latina.
Desde España y Florida se preparó el frustrado intento de golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez en 2002, con el acostumbrado espaldarazo de emporios mediáticos utilizados para ese tipo de empeño, como la televisora norteamericana CNN en español y el periódico ibérico El País.
En diferentes etapas de la historia contemporánea, la Casa Blanca ha
incluido invariablemente en sus venenosas recetas subversivas a gobiernos o
políticos de derecha de algunas naciones latinoamericanas, prestos a
cumplir sus preceptos por atractivas sumas de dinero.
En ese sentido, Perú, Colombia y Panamá son actualmente parte de la “fórmula MMLBP” fabricada por la administración de Estados Unidos para desestabilizar a Venezuela, destronar del poder al legitimo presidente Nicolás Maduro, y enterrar el “Chavismo”, extendido como ejemplo de unidad en la Patria Grande.
En Lima se desató una feroz campaña contra la Revolución Bolivariana, sin precedentes a juicio de muchos, y que ha sido liderada por políticos conservadores de oposición con cuentas pendientes con la justicia por hechos de corrupción y vínculos con el narcotráfico, y una prensa mediocre y agresiva, pero con un notable poder económico.
Algo similar ocurre desde Bogotá, con la versión colombiana de Aznar, el exmandatario paramilitar Álvaro Uribe, un viejo peón de Washington, y reclutador de soldados carnes de cañón latinoamericanos para la sangrienta agresión norteamericana contra Irak, como su amiguete el “palanganero” español.
Más ridículo papel ha jugado el presidente panameño, Ricardo Martinelli, quien prestó la silla de su país ante la Organización de Estados Americanos (OEA) para emprenderla infructuosamente con la Patria de Hugo Chávez, a través de la opositora violenta Maria Corina Machado, a quien han llamado la “Chacumbela del siglo XXI”.
Dicho sea de paso, en Italia están esperando que Martinelli termine su mandato para juzgarlo por corrupto, quizás por ello obedeció las ordenes de la Casa Blanca, a cambio de no terminar en la cárcel.
La receta MMLBP tiene varios objetivos: derrumbar Venezuela, provocar un efecto domino desde el Rio Bravo hasta la Patagonia para desestabilizar varias naciones, y especialmente dar al traste con la integración de la Patria Grande, lo que más le duele.
Sin embargo, se confunde Washington al utilizar el mismo veneno para diferentes latitudes y coyunturas, y cuando para Latinoamérica escoge a sus componentes.
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